Siempre pensé que cualquier
sitio y momento eran buenos para escribir, la calle estaba cerrada y
habíamos llevado bastante sol en la protesta, a mis treinta y dele no
está fácil pegar carreras cada vez que viene la Guardia Nacional.
Bajo
el árbol de la esquina, un banquito de concreto se reía conmigo así que
decidí sentarme un rato para agarrar fuerzas. Siempre llevo una
agenda de cuero, una pluma y la mente abierta para documentar lo que
esté pasando; abrí mi bolso y me disponía a escribir sobre la
injusticia en Venezuela, pero dentro, solo encontré una libreta de resorte
Jean Book y un lápiz Mongol… Leí la etiqueta y reconocí mi propia
caligrafía algo menos estilizada… Karen Zambrano, Matemáticas,
9no"C", U.E. "Alirio Ugarte Pelayo"…
Levanté la mirada y frente a mí ya
no estaba la alcantarilla levantada ni olía a caucho quemado, había una
cancha llena de jovencitos en camisa azul y un sonido de chicharras que
se opacaba con las risas de todos… Debo estar soñando… Me miro a mi
misma y ni siquiera tengo tetas bajo la chemise; el banco tiene una
grieta y al lado en marcador grueso están escritos una docena de
nombres: La Crema del AUP.
Una voz interrumpió mi estado de total perplejidad… era
Alexandra: ¡Epa chama! ¿vas a jugar? Y como no pude pronunciar ni media palabra,
Lorena contestó por mí: ¡Deja quieta a la cerebrito... que está
estudiando! La pelota de voleibol comenzó a volar por el aire antes de
que pudiera pestañear. Mis amigas formaban una rueda en media cancha,
Audrey y Gladys tenían el cabello rizado natural con copetes envidiables, que suerte... las de
pelo liso estábamos tan fuera de moda. Carmen, siempre tan bonita... por
algo era la novia del liceo, se hacía el tubito en el jean bastante por encima de sus botines EvanSport. Sula, estaba tramando algo y llevaba escondida una
bolsa con un pajarito muerto. Mariángel no quiso jugar, siempre fue muy popular y andaba con Johnnael,
agarrados de la mano, comprando chupetas a que pocopelo.
Detrás estaban las aulas de nuestro querido gallinero, salones modestos y
oscuros con techos que filtraban cada vez que llovía, pupitres
destartalados tatuados de corazones con las iniciales del primer amor y
la mirada inquisitiva de los profesores, que nos esperaban después del
receso, para imprimir en nosotros lecciones impecables y formarnos con honestidad y amor.
En la otra mitad de cancha, estaban los muchachos jugando una caimanera,
el flaquito del mechón sexy era el mejor: Víctor… parecía
tímido pero tenía las hormonas demasiado alborotadas. Roberto tenía las
piernas arqueadas y se le hacía fácil pasar la pelota de básquet entre
ellas, nuestro patuleco era el mayor de todos. Y allá estaba Marco
José, mi dolorcito de cabeza, siempre me jodía de algún modo pero yo lo quería tanto que le hacía la tarea; por estar
de payaso le dieron un empujón y antes de que se pusiera a llorar, Juan
Carlos salió en su defensa... nuestro eterno rompegrupo transformó la
paz en caos y la gente se amontonaba para ver la pelea, pero un sonido
ensordecedor se apoderó del ambiente… ¡TIMBREEE! así que la pelea quedaría
para después con un amenazante "Nos vemos a la salida"…
Yo seguí inmóvil pensando que cualquier sitio y momento eran buenos para
escribir pero también para soñar. Una detonación me hizo cerrar los
ojos y alguien me arrancó de cuajo del banco… ¡Corre, que vienen los
Tupamaros!… y atrás quedó mi sueño anclado en un cuaderno cuadriculado… teníamos que seguir
luchando, para que las futuras generaciones pudieran reencontrarse, así
como lo hicimos nosotros, y hablaran de sus recuerdos pero en una
patria grande y llena de oportunidades...