Analepsis 1: Despierto,
tomo el control y enciendo la Tele, recorro los canales; VTV y TVes, los del
Estado, tienen algo en común: un cintillo rojo en el que se lee
#ChavezTeLoJuro. ¿Es cierto? Me froto los ojos y sigue allí. Llamo al
0800Votemos: Hago la denuncia. A los tres funcionarios les hace gracia,
ríen a carcajadas. Eso es lo que hay.
Analepsis 2: El proselitismo es un hecho. El
punto rojo está a 7 metros de la entrada de mi centro electoral. Me
dirijo a votar sin arriesgarme a la indiferencia o burla de los
militares. La gente en las colas luce esperanzada, nadie tiene pinta de
burgués. Recuerdo las palabras sensatas del flaco, mientras le observo en el
margen inferior izquierdo del tarjetón. Venezuela, Hay un camino.
Analepsis 3: La escuelita donde estudié
primaria tiene más electores que mi centro. Estamos comprometidos;
mientras espero la verificación, recorro espacios pequeños que alguna
vez me parecieron grandes. El triángulo y la casita de la virgen.
El cubo de concreto donde jugábamos tiburón. La cancha. El final del
pasillo donde sentadas al borde esperábamos un empujón. El kiosco de la
cantina no está. Hay monte y basura. Abrazo a mi maestra de 4to. Oramos
junto a los bebederos. El chico del marcador anota: Capriles, Capriles,
Capriles... Ahí están los votos de mi madre y mis abuelos. Son las 10:30
pm, regresamos a casa con el último voto escrutado.
Analepsis 4: Tibisay tiene los mismos ojos malignos. El sistema automatizado, transparente y perfecto tardó muchas horas en arrojar un resultado irreversible. El tuerto es el rey. Yo no me rindo.
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