El destacado jurado
conformado por: Gabriela Rosas (Poeta); Jesús Nieves Montero (escritor)
y Magaly Salazar Sanabria (Directora de Relaciones Institucionales del Círculo
de Escritores de Venezuela).
Aquí les dejo mi Ganadora del Premio Especial para la Mejor Carta de Amor enviada desde el Interior del País "Flaco"
Flaco:
Es tan patético lo que voy a
escribir: tengo dos horas sin verte y ya te extraño. Me declaro víctima
irremediable e impotente de este apego, de la obsesión sin medida y de la
desesperación de nuestra ruptura. Pero sí chico, tú, eres peor que las drogas.
Quince años tirados a la basura.
Maldigo el día en que te conocí.
Fue en la universidad, frecuentabas mi círculo de amigos y yo, la gorda, entre
tímida y acomplejada feliz, la que mendiga cariño y busca aceptación, puse mis
ojos en ti, tan sencillo y menudito, tan simpático y accesible, tan blanquito y
tan flaquito vale. Por ti me hice valiente, le dije a mi mejor amiga: Anita,
píchame al flaco. Ana me lo advirtió: Ustedes, no hacen pareja gorda, te va a
joder, pero bueno allá tú. No pasaron cinco minutos, cuando regaladísimo, ya me
estampabas el primer beso. El susto inicial de aquel piquito ardiente bastó
para hacerme rodar febril e inocentemente enamorada. Hasta rebajé unos kilos
solo por ti (y que nadie dijera allá-va-un-diez), aunque para ser objetivos ya
no me provocaba comer, tú me llenabas y me enloquecías, mucho más que la
Nutella. No era lo chiquito y flaco para lo fogoso y sexy. No te pelabas una
rumba con tus amigos borrachos y las malas juntas, yo no tenía tanta libertad.
Comenzamos a escondidas, mis padres no te iban a querer, no con tu picardía,
tus malas mañas, tus escasos modales y tu perfume barato. Pero quien más podría
pasar la noche entera sin soltarme la mano mientras yo comía libros y quedarse
después de la pasión mimándome y dándome más calor. Los otros,
simplemente se daban la vuelta o se iban. Primero muerta que dejarte, tú
sí me querías flaco, con celulitis, revolveras y hasta con mi mal aliento
matutino. Por eso mis padres y todos los demás tuvieron que soportar a esta
pareja dispareja por tanto tiempo.
Paulatinamente la pasión juvenil
se convirtió en una rutina compulsiva y asfixiante. Te volviste celoso y
posesivo, tu maltrato se hizo evidente, tortura y tormento de mis mejores años.
Todos lo notaban, pero yo ahí, firme, más terca que gorda. Tus males se acaban
cuando dejes al flaco, te absorbe, te enferma, te quita el dinero y también la
paz, me decían. Yo te seguía adorando, me proyectaba en ti, no funcionaba
sin ti, no respiraba sin ti. Despertaba contigo, tomábamos el café y hasta
descuidé el trabajo, al escaparme entre cliente y cliente para un rapidín
contigo flaco, como si ignorara que en la noche el fuego se encendería en la
cama, una y otra vez. Trío con la botella de turno y aquella habitación cada
vez más desordenada. Varias veces te pillé mordiendo otros labios, unos muy
jóvenes, otros algo vejestorios. Confieso que el miedo se salió por mis cuernos
cuando te vi con esa flaca huesuda y ojerosa del hospital, seguramente la
conquistaste sin gran esfuerzo y aunque no tenía ni media curva, también cayó
redonda la condenada. Más veneno que antídoto para mis angustias y siempre te
perdoné, porque a nadie le urgías tanto como a mí.
Pero este mal no será el único
que dure más de un siglo. La gota que derramó el vaso cayó justamente en
víspera de Navidad cuando sin un ápice de culpa, cínicamente y como pago a mi
excesiva fidelidad, arruinaste todo después de la cena. Solamente así, con mi
corazón deshecho masivamente y un dolor tan intenso que me impedía respirar,
consideré nuestra separación. Falté treinta y un veces a mi promesa de fin de
año: alejarme de ti. Es primero de febrero y la despedida ahora sí es
definitiva. Te dejé ir, o mejor dicho, te eché (no sin antes romperte la madre)
al pipote. Ése es tu lugar porquería. El infarto, será lo último que te aguante
flaco, porque aunque me esté muriendo de ganas, desde hoy no fumo más.
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